Mi cuenta

Las notificaciones están bloqueadas. ¿Cómo desbloquear?

Mi cuenta

Las notificaciones están bloqueadas. ¿Cómo desbloquear?
Opinión

Yolanda y Luna, Luna y Yolanda

Leo con interés que dos mujeres españolas que volaron como mariposas hacia la luz de la vela camino del califato del Daesh en Siria quieren anular su vuelta a prisión.

Yolanda Martínez y Luna Fernández buscaron la pasión turca y se encontraron de pronto en un campo para familias de yihadistas bajo control kurdo. La pasión turca transformada en kurda acabó con las dos señoras repatriadas a España en el año 2023. Ni más ni menos que se trajeron 13 hijos (algunos de otras madres) como si fueran Flautistas de Hamelín pero en versión pasión turca. Vamos, que se dedicaron a procrear yihaditos como si no hubiera un mañana. Yolanda y Luna no quieren volver a la cárcel: les quedan 15 meses de prisión de los tres años acordados por pertenencia a organización terrorista. Ambas se lamentan, ya que los niños necesitan a sus madres, a saber si en la cárcel han seguido teniendo pequeños bebihadistas con su chupete, su fusil y su dedo en alto llamando a la guerra santa con berridos de niños de la infancia.

Las dos chicas runaway pertenecían a la Brigada Al Andalus. Yo de cría quería pertenecer a las Brigadas del Tigre, un grupo policial parisino de principios del siglo XX capitaneado por el comisario Valentin, un señor muy guapo de ojos glaucos y bigote de guías que perseguía a los integrantes de “La Mano Negra” con uno de aquellos coches tan pintoreros que siempre se quedaban en el camino frustrando la caza de los terroristas. El hecho de unirme a una banda terrorista islamista se me quedaba algo grande, pero por lo visto a las jóvenes modernas les pone formar parte de La Brigada Al Andalus con las emocionantes tareas que el Islam radical destina a la hembra de la especie: parir y educar a las crianzas en la alegre ideología que el terrorismo quiere inocular en sus cerebros virginales.

La aventura de Luna y Yolanda (bien podía ser el nombre de un grupo de canciones fiesteras, como Sonia y Selena) terminó malamente. Cuando vieron que por mucho que se esforzaban la cosa se torcía, (uno de sus maridos está en prisión y el otro por lo visto está dividido “en partes”) pidieron la vuelta a estenuestroestadoespañol católico, apostólico, romano y compostelano, con la idea peregrina que con tanto niño a su cargo como Julie Andrews en “Sonrisas y Lágrimas” las iban a dejar pasar con honores y poner un pisito en el centro de Madrid. Craso error: fueron investigadas y dado el nivel de radicalismo que presentaban, juzgadas y condenadas. Ahora alegan, amigo lector, que HAN HECHO UN CURSO desradicalizador. Y por supuesto, que sus hijos las necesitan, ya lo decía Norman Bates, no hay mejor amigo para un chico que su mamá.

Y yo me pregunto. Un curso. Otro más. Cursos. Un curso desradicalizante y mineralizante. Me lo expliquen. ¿Cómo se desradicaliza a una señora que ha elegido desarraigarse y huir en pos del amor prohibido, que ha compartido ideología con un islamista cuyo afán es destruir todo lo que signifique civilización occidental y lo que surja, que le ha dado su vientre para plantar la semilla de futuros yihaditos y yihaditas y yihadites?

No me fio un pelo de esos cursos. Ni de los cursos de macramé ni de los cursos de Excel. Y mucho menos de los resultado de un curso antiyihadista. Para librarse de los postulados de una secta hace falta mucho tiempo y algo más que un curso. Pero qué sabrá de eso una humilde escritora de provincias…