Hablar del Dúo Dinámico es hablar de frescura, de juventud, de esperanza. Cuando Manolo y Ramón irrumpieron en la España de finales de los cincuenta, trajeron consigo una forma distinta de cantar y de estar en el escenario y, con sus guitarras, sus voces limpias y su entusiasmo encarnaban un soplo de aire nuevo, de optimismo y alegría de vivir en una España gris que necesitaba referentes que miraran al futuro.
Sus canciones se convirtieron pronto en himnos familiares que sonaba en las fiestas de pueblo, en los transistores de la playa, en los bailes de salón, en la radio de las sobremesas. Allí estaban ellos acompañando la vida diaria de un país entero.
No soy crítico musical y, por tanto, no me siento capacitado para valorar la calidad musical de su obra, pero la muerte de Manuel de la Calva generó en mí una mezcla de tristeza por la pérdida de un artista que nos acompañó durante seis décadas, y de nostalgia porque, al recordarle, se agolpan melodías e imágenes que forman parte de lo más íntimo de nuestra vida. Con él no se marcha solo un músico, se va el autor de “la banda sonora” de la vida de varias generaciones de españoles.
Manuel de la Calva fue, además de intérprete, un compositor de talento. Su trabajo no se limitó a poner voz, detrás había una dedicación y un empeño en transformar la inspiración en melodía, el entusiasmo en canción. De su pluma y de la complicidad con Ramón nacieron piezas que ya forman parte de la cultura popular: “Quince años tiene mi amor”, con su frescura juvenil; “El final del verano”, que condensó en música la nostalgia de la despedida; o el inmortal “Resistiré”, convertido en himno de fuerza colectiva en tiempos difíciles. Su éxito fue fruto de esa combinación de talento natural y esfuerzo cotidiano.
“No lloréis por él… cantad con él en esta despedida”, dijo Ramón, su compañero del alma. Con cada uno de sus temas se despierta un recuerdo, el recuerdo del primer amor, de los veranos en la costa, de los guateques o de las tardes tranquilas con la familia... Todos tenemos un instante vital en el que sonaba de fondo la voz de Manolo y de Ramón que ya está instalados en ese rincón íntimo donde guardamos lo que nunca queremos perder. Ellos supieron darle forma musical a emociones universales.
Despedimos con gratitud a Manuel de la Calva que supo emocionarnos con su música y hacer de la canción melódica un encuentro entre generaciones. Por eso, sus canciones seguirán sonando con la misma frescura en cada fiesta, en cada reunión familiar, en cada persona que desee volver a su tiempo joven y luminoso.
En eso consiste la inmortalidad, en formar parte de la vida de los demás. Manuel de la Calva lo logró y por eso seguirá presente cada vez que escuchemos sus melodías que, con los años, ya dejaron de pertenecer al Dúo Dinámico para convertirse en patrimonio de todos.