
Se le va a hacer raro al aficionado al baloncesto no ver arbitrar esta temporada a Nacho Gutiérrez –Ponferrada, 1960– en las canchas de Ferrolterra. El día 18 pitó su último partido, la final de Copa mini en As Pontes, donde jugó y entrenó muchos años antes de instalarse en Ferrol. Con el bocinazo final se cerraron veinte años de arbitraje en la comarca.
La retirada no pudo ser más emotiva para usted.
Mucho, porque cuando llegué aquí fue a As Pontes. Fue un detalle precioso por parte de la delegación de árbitros. Me hizo mucha ilusión porque había mucha gente conocida en la grada, allí sabían que era mi último partido y allí, además de jugar durante ocho años, también entrené niños y niñas. Fue una alegría enorme.
Antes de arbitrar fue jugador.
Estuve jugando por el mundo adelante. Mi maleta la cogí con 15 años y me fui a Oviedo, luego a Valencia, León... Vine a jugar a As Pontes, donde estuve ocho años, pero antes, cuando estaba en Ponferrada, ya había hecho el curso de árbitro que impartió Felipe Llamazares, entonces en ACB. Hice el curso con mi mujer: ella era oficial de mesa y yo, árbitro. Llevo toda la vida vinculado al baloncesto.
¿Para quien fue jugador y árbitro es difícil cambiar el chip?
Me llevo muy bien con muchos jugadores y entrenadores, pero saben que cuando entro en un pabellón se acabó: soy árbitro.
¿Y eso lo entienden todos?
No, hay gente que no lo entiende. Hay quien cree que por el hecho de llevarme bien con él va a cambiar las cosas. Me pasó también con mi hijo, cuando lo arbitré y se lo dije claro: aquí soy árbitro, no tu padre. Yo entiendo que cuando sales de Ferrol hay arbitrajes algo “caserillos”, por decirlo así, y la gente quiere que cuando pites aquí seas igual, y no. Lo siento, pero no. No me pidas eso. Yo me he equivocado en todos los partidos; he tenido partidos buenos, regulares y malos, pero nunca me he equivocado adrede. Y cuando me equivoco trato de pedir perdón. El error es una parte del juego y eso es algo que muchos padres no entienden. Estamos llegando a un punto que se nos está yendo de las manos. En premini hay padres que quieren que pites como en sénior.
¿Cuál es el cambio más grande en el baloncesto en todo este tiempo?
Ahora es un deporte mucho más rápido, muy físico, y eso nos obliga también a nosotros. Además de cambios como el reparto de los cuartos y las instalaciones –antes pitabas también en canchas descubiertas–, para mí un problema muy grave desde un tiempo hacia aquí es que ahora se trata de ganar, como sea y en todas las categorías. Y eso no es bueno. Cuando empecé a pitar aquí en Ferrol, los entrenadores de premini no les decían el resultado a los niños. Y ahora hay que ganar siempre.
¿Cómo se actúa cuando surge un problema en la grada?
Lo primero, intentar olvidarte de la grada porque, si no, vas a estar más pendiente de eso que del partido, pero a veces no puedes porque hay gente que tiene una voz muy peculiar. A veces, el compañero te dice: “Es que me está diciendo...” Olvídate, le digo. Y cuando la cosa se pone peor me acerco al padre, cojo el silbato y se lo ofrezco: “Toma, pita tú. Si lo haces mejor, yo me siento”. Es muy triste que un árbitro tenga que parar un partido y decirle a un padre: “Vete”.
¿Qué buenos momentos recuerda?
Muchos. He tenido más buenos momentos que malos. Un día en Narón, al salir, el público nos aplaudió y le dije a la compañera: “Aprovecha, que esto no se ve todos los días”. O cuando un entrenador te da las gracias, o cuando unos padres te felicitan... A los niños pequeños, aparte de arbitrarlos, tienes que explicarles por qué pitas eso, tienes que hacer pedagogía. Son niños.
¿Qué consejo le da a los árbitros que empiezan?
Lo primero, oídos sordos a la grada, porque es muy traicionera. A la grada y a las redes sociales. Que se abstraigan para que no les pase lo que le ha pasado a la niña que lo deja porque no soporta la presión continua tanto de la grada como en la pista. Les digo: Intentad hacerlo lo mejor posible, pero aun así os equivocaréis, y para el próximo partido procurad no repetir esos fallos.