LA MULA Y EL BUEY
Los que habían comenzado a buscar en el trastero las cajas con los adornos navideños están de uñas. El papa quiere dejarles sin dos personajes entrañables del belén. A Benedicto XVI se le ha ocurrido comentar que la mula y el buey a los que se atribuía la función de calentador en el pesebre hace más de dos milenios nunca estuvieron allí. La revolución está en marcha. O con los animales, o el nacimiento no se pone.
Lo curioso es que la información no es nueva. La Biblia nunca ha mencionado a los cuadrúpedos; son atrezzo de evangelio apócrifo. Así se estudaiaba en mi colegio y creía yo que en todos. Recuerdo las funciones escolares antes de las vacaciones de Navidad. En mi papel de Virgen María recibí en un portal imaginario a Reyes Magos degradados a pastores el curso siguiente y cambié varias veces de san José –de Niño no, porque me lo llevaba de casa–, pero mula y buey jamás tuve. Quizá por no herir sensibilidades. Pese a que no había tantos miramientos como ahora, que un chaval llegase a casa diciendo que iba a ser un cabestro podía resultar un problema. Aunque siempre creí que los bichos no estaban en el cuadro por fidelidad a las Escrituras.
Todos estos años pensé que las licencias del belén eran un acuerdo tácito, en favor de la vistosidad. Molinos entre palmeras, ovejas más grandes que los pastores, musgo –artificial cuando no había ocasión de recogerlo en la loma más cercana–, un río de papel de plata –luego espejo– con patos y el castillo de Herodes, con puente levadizo y un par de soldados romanos en las torres. Montar el nacimiento en las casas se convirtió con el tiempo en un ejercicio de creatividad. Y una tradición familiar, con las tareas técnicas y las de decoración repartidas entre padres e hijos.
Es sorprendente que Ratzinger se preocupe ahora por los detalles. Se entiende como estrategia de márketing para publicitar su nuevo libro sobre la infancia de Jesús, pero puede que no haya tenido en cuenta las consecuencias. El purismo en ciertas cuestiones no es la vía más acertada. Y si nos ponemos estupendos, es más que razonable que en semejante entorno de alumbramiento hubiese varios animales que podríamos representar en nuestros nacimientos sin faltar al rigor histórico, los mencione o no la Biblia. Con la mula y el buey tiene la batalla perdida. Parece que no se ha dado cuenta de que la mayoría de los que colocan el belén en su hogar hace tiempo que olvidó cuál era el motivo original.
