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Como todavía no hay fiesta del orgullo hetero, y tenía ganas de marcha, me dije: “P’a qué te quiero escopeta”. Y me fui a la otra, a Madrid. Con la expectativa alta pensaba pasármelo guay. Pero no. Ni una nalga al aire –aunque fuera de mujer– ni un seno a la vista –aunque fuera implantado–. Rien de rien. Todos los asistentes iban correctamente vestidos con clase y estilo intachable. Quizá algún maquillaje pero nada estridente. La fiesta rezumaba elegancia. 
Tal vez el hecho de ser un acto de carácter mundial, y no local, influyó en la presentación, pero es una opinión indemostrable. Me aburrí un huevo, y volví más aburrido que una ostra. No pienso volver. En su lugar, cuando se acerque la fecha de la próxima, si tengo alguna tentación, en lugar de irme a Madrid iré a Lugo, a la fiesta de “Arde Lugo”, porque sé  que me voy a encontrar, con una de romanos. Entretanto, te pido Señor que me libres de tentaciones y protejas del mal. Amén