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La Navidad de la crisis

No sé muy bien por qué, pero existe el perverso convencimiento de que el Estado, para ser verdaderamente aconfesional , tiene que practicar el laicismo, cuando en realidad excluir la sensibilidad religiosa de la vida social nada tiene que ver con la neutralidad, sino que significa privilegiar una visión concreta del mundo respecto a otra.

Y esto no parece que termina de entenderlo buena parte de quienes presumen de pluralismo y de tolerancia, pero que se emperran en reducir al ámbito privado toda manifestación religiosa. Ni siquiera su dimensión cultural libraría a ésta del exilio forzoso.

A nuestra izquierda política y mediática, por ejemplo, no le ha gustado nada que el presidente del Congreso haya felicitado las Navidades con una postal electrónica que reproduce la tradicional imagen del portal de Belén, con María y José en actitud de adoración al Niño recién nacido. No han faltado quienes han visto en ello una manifestación de una opción religiosa muy concreta que no casaría bien con la obligada neutralidad de las instituciones del Estado.

Pero no. Lo que ha hecho el presidente del Congreso es algo tan lógico y elemental como felicitar y recordar la Navidad con una imagen de la Navidad. Al igual que oportunamente ha hecho el Ayuntamiento herculino con el levantamiento en uno de los lugares más céntricos de la ciudad de las figuras centrales de las fiestas, y no con esas líneas geométricas y paneles luminosos sin significado alguno que han dominado en los últimos años.

No hará falta decir que estas insustanciales representaciones nada tienen que ver con el alcance de la conmemoración que realmente se celebra: un acontecimiento que nos remite a una historia de alegría y de paz; a la presencia de Dios en el mundo y a la inserción del Absoluto en nuestra historia para compartir nuestro destino.

No van a ser estas, con todo, unas fiestas y unas Navidades para la alegría. Van a ser inevitablemente las Navidades de la crisis y de la falta de perspectivas a corto plazo; las Navidades de miles de familias con todos sus miembros en el paro o con una cobertura reducida a su mínima expresión; las Navidades de una sociedad donde los muros de la precariedad económica y social son cada vez más gruesos; de una sociedad progresivamente más pobre, más desigual y más injusta.

Por todo ello, Cáritas nos invita estos días a que vivamos sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir. Y a que ese vivir con sencillez no sea aceptado como algo coyuntural, derivado o impuesto por la crisis, sino como en un compromiso personal, como un nuevo estilo de vida que se mueva a contracorriente de los valores que impulsa el actual modelo económico y social.