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Rajoy está irritado, es evidente. El PP ha perdido una gran parte del inmenso poder institucional que atesoraba y eso, además de doloroso, es un quebradero de cabeza para un líder que empieza a ser cuestionado desde dentro de sus propias filas. Así las cosas, Rajoy acude a una fórmula tan vieja como la misma política, inventarse enemigos externos. De este modo el PSOE, Podemos o cualquier otro grupo emergente resulta un blanco propicio para sus dardos dialécticos. El ultimo, decir, ni mas ni menos, que el PP es la concordia y los demás el odio. El presidente obviamente confunde deseo con realidad, aunque de forma intencionada e interesada. Nadie odia al PP. La realidad es que sus políticas  y los innumerables casos de corrupción que le salpican han provocado la pérdida de votos a su partido y la correlativa ganancia de los demás. Solo esa frustración explica la salida de tono del “radical” Rajoy. Mejor haría en reparar sus errores que en atacar a los demás como elefante en cacharrería.