Mi cuenta

Las notificaciones están bloqueadas. ¿Cómo desbloquear?

Existe un refrán español que dice que lo barato sale caro. Y aunque su uso está pensado para otro tipo de cuestiones, me van a permitir que lo use ahora con otro uso que no es el original. El pasado domingo acudí con unos amigos a la exposición que el Museo de Belas Artes de A Coruña ha organizado en torno a la figura de Pablo Picasso y sus primeros años en la ciudad herculina. La entrada era gratuita y el museo estaba lleno de gente disfrutando de una exposición que me parece ha sabido sacar un buen provecho a unos fondos materiales que no son especialmente abudantes. También estos días estamos disfrutando de una nueva edición de la Fiesta del Cine y las salas están a rebosar de un público que se puede aprovechar de unos precios reducidos y acudir a disfrutar en pantalla grande de los últimos estrenos. También he querido aprovechar la ocasión para ponerme al día con la cartelera y darme un buen atracón de séptimo arte. Vaya por delante que cualquier tipo de iniciativa que ayude a fomentar la cultura me parece estupenda y maravillosa, sobre todo cuando en estos años de crisis es uno de los campos que más ha sufrido por todo tipo de recortes. Creo que de hecho se hacen pocas actividades de este tipo y no está de más que se fomenten y aplaudan las que se llevan a cabo. Por ese lado no tengo ninguna queja. Se preguntarán entonces ustedes a que viene el inicio de este texto sobre que lo barato sale caro. Tanto en un caso como en el otro, al final no he podido disfrutar lo que a mi me hubiera gustado, ni de la exposición ni de las películas. Y el motivo no es otro que la falta de educación por parte de una parte del público que acude sin otra intención más que la de aprovecharse de algo gratuito o barato, y que normalmente no acudiría a este tipo de actos. Gente gritando en una sala de museo como si estuviera en la cola de la pescadería o grupos de amigos que piensan que se encuentran en el salón de su casa, comentando entre ellos lo que va sucediendo en la pantalla. En definitiva, personas egoístas que no se dan cuenta de que con su actitud están resultando molestas para los demás que han acudido a disfrutar y que terminan empañando unas iniciativas maravillosas. Lo malo es que tampoco pagar una entrada es una garantía de que al final no te encontrarás con uno de estos indeseables que no saben lo que es convivir en sociedad.