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Buenas noches, mis queridos amigos, y bienvenidos todos a una nueva edición de El Concurso; ya saben, este espacio que durante los próximos cuatro meses promete tenernos a todos pegados a nuestras pantallas.

Les recuerdo las reglas: nuestro concursante tiene como objetivo convencer a sus rivales de que puede superar todas las pruebas que se le planteen y ganar vidas para continuar jugando.

En primer lugar, deberá gestionar las pruebas sin pronunciar la palabra concurso, en ninguna de sus formas gramaticales, derivadas de prefijos, sufijos o combinaciones léxicas. Para ello dispone de cuantas perífrasis encuentre ocultas en el BOE.

El concursante deberá lograr que un grupo de colaboradores necesarios acostumbrados a hablar de palos cortos, rivales pequeños y atracos arbitrales expliquen sin titubear el artículo 5 bis de la Ley 22/2003 de 9 de julio, modificada en 2009 y octubre de 2011.

El concursante deberá seguir contando con su equipo de 200 personas a pesar de que no dispondrá de los quesitos necesarios para que avancen por el tablero. Para ello tendrá que esforzarse por mantener en pie el castillo de la confianza.

Durante los próximos cuatro meses, el concursante y su equipo montarán su base de operaciones en el ático del edificio situado en la Rúa del Percebe, 13.

Para conseguir sus objetivos el concursante dispone de valiosos comodines que deberá gestionar con suma atención, pues de ellos depende que alcance el premio final.

De esta manera, el concursante podrá trasladar su amplia experiencia negociadora al ámbito del juego que nos ocupa, pudiendo para ello poner encima de la mesa las capacidades que ha desarrollado a lo largo de las últimas dos décadas.

El concursante cuenta además con la imprescindible ayuda de la mejor afición del mundo, a cuya probada fidelidad podrá recurrir cuantas veces considere oportunas.

El premio, amigos –y esto es lo sorprendente– consiste en la expulsión directa del concurso y el regreso a la vida real. De no conseguir su recompensa, el concursante caerá en un bucle de incierta salida.

Última norma: la dirección rechaza el maltrato. Suerte. Nos vemos en la gala final, en cuatro meses. Ojalá sea para celebrar la victoria. Comienza... ¡El Concurso!