Mi cuenta

Las notificaciones están bloqueadas. ¿Cómo desbloquear?

No es mala idea que se conozca, con nombres y apellidos, a quien no cumple, en grado de delito, con sus obligaciones al fisco. Sobre todo teniendo en cuenta la escasa repercusión, tras conocer los resultados, de la oferta del Gobierno en materia de amnistía fiscal. Con toda probabilidad, en el ámbito de la opinión pública, el común de los mortales se alegrará de que haya al menos una noticia positiva y que esta afecte, por una vez, a la clase más adinerada del país, que no toda incumple, por cierto, con sus obligaciones, pero a la que no resulta tan fácil salvar tomando como referencia este empeño de agrandar las distancias –si cabe, todavía más– entre los que están arriba y los de abajo, que es la inmensa mayoría.

El hecho de que Hacienda esté estudiando esta simple posibilidad –del dicho al hecho queda mucho trecho, ya saben– aporta una pequeña alegría al vulgo (disculpen), porque si hay un país que disfrute más de la desgracia ajena que este, difícil se aventura saber cuál será. Sobre todo en una jornada como la de ayer, o en una semana como la que corre, o en un mes, o un año como el que estamos finalizando, porque esto no parece tener fin.

No sé por qué, pero esto de que se sepa que, tal vez, se pueda conocer a los grandes morosos del país me recuerda un poco a los menhires que porta habitualmente el héroe galo Obelix, que no se sabe qué destino tienen ni se entiende tampoco que haya tanta demanda, sobre todo en una historieta en la que nunca hay muertos. Pero puestos a hacer cosas, se me ocurre que mejor esto de los menhires, que al fin y al cabo permiten ocultar otros detalles tan luctuosos (pongamos por equivalencia las lápidas) como son la no revalorización de las pensiones, los recortes en materia sanitaria o educativa, el cobro de tasas judiciales o, lo último –perdón, lo antepenúltimo– el cobro de la ambulancia a los enfermos crónicos. Ya lo dice el refrán.

Y es que en este país resulta ya demasiado frecuente que los árboles no nos dejen ver el bosque, así que nada mejor que un buen arbusto para tapar, al menos en parte, el pedregal.

Porque de eso se trata, pese a que todos disfrutemos –envidia, esa cosa tan insana como salubre, según quién la padece– con la Pantoja y el Muñoz sentados en el banquillo de los acusados, o con esto más reciente del expresidente de la patronal española, para mayor enjundia, al que, por cierto, Hacienda reintegró unos eurillos, pocos para tanto genio y figura como hay este país, pero esenciales seguramente para uno de esos millones de familias cuyos miembros están todos en el paro.