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O más Europa, o la irrelevancia

Cada vez me convenzo más de que Mariano Rajoy debería cambiar de residencia oficial. Cambiar Madrid por Bruselas. En la capital comunitaria el presidente del Gobierno parece otro: aparenta moverse como pez en el agua, está siempre “muy contento”, comparece ante los medios y hasta se permite sacar pecho contándonos cómo ha logrado torcer el pulso de la poderosa señora Merkel. No sé si en esto quiere emular al expresidente José María Aznar, que también presumía de saber negociar y de hacerlo con pleno éxito.

De su reciente periplo por Bruselas el presidente Rajoy ha salido una vez más encantado. No le faltaba una cierta razón: una de sus principales cuitas –la unión bancaria- había empezado a caminar. Claro, que así pareció que iba a ser ya en el pasado mes de junio y luego la canciller alemana reinterpretó a su manera el acuerdo supuestamente unánime del Consejo Europeo.

Y es que el que paga manda y, hoy por hoy, es Berlín quien en mayor medida contribuye a los fondos comunitarios.

Esta vez parece que va más en serio, pues el acuerdo incluye fechas concretas y la señora Merkel ya se aseguró de antemano las bazas que más le interesaban. Así pues, si las cosas no se tuercen –siempre es bueno en estos asuntos tocar madera- el Banco Central Europeo (BCE) se convertirá dentro de un año largo –marzo de 2014- en el supervisor único de las entidades financieras de la zona euro, aunque con mucha menos ambición y alcance de lo que inicialmente se pretendía.

Quedan no pocas cuestiones pendientes. Pero pedir que hubieran quedado ya solventadas o al menos hilvanadas hubiese sido pedir mucho al lento, desesperadamente lento y complejo caminar de las instituciones comunitarias.

Para España el acuerdo llega tarde, pues, en realidad, tras el rescate financiero practicado, nuestras entidades bancarias con dificultades están ya bajo supervisión directa del BCE. De todas formas, el que prácticamente todo lo mejor de nuestro sistema bancario venga a quedar también en su día bajo la tutela o control institucional del alto supervisor único previsto, es de suponer que significará una garantía de confianza añadida para el propio sistema.

Un primer paso –aunque cativo- está dado. Pero el problema europeo es de mucho mayor alcance. Ante la emergencia de la Era del Pacífico, dicen los estudiosos que nuestra vieja Europa ha dejado de tener “significación histórica” para pasar a ser una “historia regional” más. Su reto, por tanto, es ser percibida como algo unitario. Y ello significa avanzar en la conformación de auténticas políticas conjuntas que vayan mucho más allá de compartir moneda única. Por eso cada vez son más las voces que lo tienen muy claro: o más Europa o la irrelevancia.