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Las predicciones se cumplieron. El PP sufrió un varapalo de grandes proporciones. La mala praxis política –por decirlo suavemente– de algunos de sus cargos le pasó factura. Pero los resultados del PSOE tampoco son para tirar cohetes. Sus dirigentes –empezando por su secretario general– no deben olvidar que si vuelven a recuperar parcelas de poder no es por mérito propio, sino con la ayuda de Podemos.
La nueva izquierda sigue avanzando. Las diferentes marcas de Podemos  serán la llave para desalojar al PP de muchos ayuntamientos y diputaciones.
Los que defienden a ultranza el bipartidismo dicen que los socialistas deberían pactar con el PP o simplemente dejar que gobernara en aquellos lugares donde fue la lista más votada.
Se apoyan en el ejemplo alemán, sin embargo, se olvidan que el PP no es la CDU de Angela Merkel. Aunque los dos partidos son derechas no son homologables.
La realidad es que si el PSOE pactara con el PP sería probablemente su fin, su extinción definitiva. Los socialistas están obligados –si quieren seguir siendo una fuerza política importante– a pactar con Podemos. Sus dirigentes lo saben. Eso sí, intentarán fagocitarlo, como hicieron con Izquierda Unida en el pasado. Tratarán de erigirse líderes de la izquierda.
De hecho Pedro Sánchez ya lo está intentando, puesto que se nombró a sí mismo valedor de toda la izquierda. En todo caso, lo de fagocitar a Podemos no deja de ser una apuesta arriesgada, puesto que existe la posibilidad real de que sea el PSOE el cazador cazado. Harían bien los socialistas en no intentarlo. Podemos no es Izquierda Unida. Posee una dinámica interna y externa diferente, además conecta con las masas. Por otro lado, el componente social de España ha cambiado, no es el mismo del pasado. Existe una generación de profesionales jóvenes que quieren cambios, pero cambios de verdad. No medidas “gatopardianas”.
Si Pedro Sánchez cree que puede liderar un frente de izquierdas se equivoca. Una cosa son sus deseos y otra la realidad. Primero, porque su contrincante, Pablo Iglesias, además de poseer gran capacidad de seducción política, tiene las ideas más claras, es decir, sabe lo que quiere.
Ninguna de esas dos cosas posee el líder del PSOE. Y segundo, Podemos, aunque algunos agoreros acusen a esa formación de radical, se está adueñando del espacio socialdemócrata. Si sus dirigentes manejan bien los tiempos –y también las situaciones políticas que se avecinan– tendrán el espacio socialdemócrata asegurado.
El PSOE se ha escorado tanto hacia las tesis neoliberales que ha dejado de representar a la izquierda. Sus dirigentes tendrán que hacer verdaderos malabares –además de volver a las posiciones socialdemócratas– si quieren que el partido recupere la credibilidad. Desde luego, con declaraciones como las que hace su antiguo jefe, Felipe González, que últimamente se ha vuelto un fiel representante de los poderes fácticos, no ayudan a dicha recuperación. Con amigos así, el partido no necesita enemigos.
En todo caso, lo que ocurrió el 24-M no fue ninguna catástrofe para el país, como pronosticaban algunos, fue simplemente una respuesta a la corrupción y al desmadre. Incluso puede y debe servir de medicina para devolverle la salud país, es decir, la decencia. Los pactos obligan, comprometen, sirven para erradicar las prácticas indecentes. Que no es poco.
El otro partido emergente, Ciudadanos, también puede y debe contribuir a sanear las instituciones. Incluso puede convertirse en un futuro en el gran recambio de la derecha.
Se están dando cambios importantes, significativos; sin duda, son los más relevantes desde la transición. Los ciudadanos están cansados de que les tomen el pelo, de que no los tengan en cuenta, de tanta desidia y de tanta corrupción. Es una cuestión simple de causa/efecto. Por tanto, lo que ha ocurrido –y lo que posiblemente ocurrirá– es bueno para la salud democrática del país.
Los ciudadanos abrieron la ventana el 24-M, lo hicieron para que entrara aire fresco, aire nuevo, la casa común lo necesitaba. En realidad, lo pedía a gritos.