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La exuberancia formal y el sentimiento pánico presiden las obras del artista cubano Omar Kessel, que ahora expone en la Fundación Ciec de Betanzos una serie de grabados; por ello, hemos elegido como epígrafe para este comentario el título de una de sus planchas xilográficas donde la eterna pareja configura la eterna atracción “que mueve el sol y todas las estrellas” ( según cantaba Dante).

Una Eva salida del Jardín del Edén aparece al lado, bajo el esplendor frutal de los manzanos, en otra plancha que es un tríptico convertido en biombo, y en el que se puede admirar la huella firme y ondulante de la talla sobre madera, en la que él es experto, y que luego le permitirá enérgicas estampaciones, en las que es reconocible ya su “maniera”: la maniera Omar Kessel.

Se caracteriza esta por un dibujo preciso de líneas fuertes, por las formas rotundas en las que predomina la figura humana y muy especialmente la mujer, por el juego de contrastes y por la complementariedad del color, aunque casi siempre en gamas sordas y carnaciones que parecen emerger directamente de las entrañas oscuras de la madre tierra, explora también el claroscuro, llevándolo a altas cotas de virtuosismo en la manera negra. Pero si en la xilografía es el trazo de la gubia el que manda, en las litografías actuales explora los valores de la mancha, con la que consigue composiciones de gran soltura y modernidad, como en “Rostro de zafra”, Autorretrato”, “De fuera vendrán” o “Rostro con frutas”, uno de los más logrados. Se podría hablar de cubanidad, de sensualidad barroca y tropical, pero la exaltación encuentra siempre su contrapunto en la reflexión y el barroquismo se atempera por un sentir metafísico que trasciende lo carnal y entra en el terreno de lo simbólico y lo arquetípico: Eva y María se dan la mano, como ya muy bien señalara él en su trabajo de graduación para la Escuela Superior de Arte de La Habana; en todo caso, el eje de su temática está en la mórbida atracción del universo femenino, al que acechan, en ocasiones, como a la Susana bíblica, ojos lujuriosos o hacia el que se tienden subrepticias manos.

O.Kessel no sólo tiene un gran oficio, busca expresar la vida humana con todo su misterio, con toda su pasión, con todo su impulso generatriz, con toda su ambivalencia erótica, que a veces la hace nadar en las aguas genesíacas “Como los peces” y a veces, ansia atravesarlas, para poder “Como los ángeles” pasar al otro lado.