TODOS SOMOS PACIENTES
El tsunami blanco avanzó por las calles. Inundó la calzada y salpicó las aceras. A su paso, comprensión. Gestos de apoyo, sonrisas de ánimo. Y miradas de preocupación. No contemplaban la protesta de un colectivo, aventuraban la desaparición del sistema de sanidad pública.
Eran miles. Muchos, con sus familias. Esposos entre la angustia y la rabia. Frustrados por no poder hacer más. Algunos de los hijos tan pequeños que no saben por lo que pelean sus padres. Los que lo entienden, serios. Han escuchado las conversaciones a media voz; privatización, despidos, cierre. Saben que lo que viene es una tragedia.
Los médicos madrileños se hacen visibles fuera de los hospitales para clamar contra la injusticia. No piden sueldos más sustanciosos. Más vacaciones o mejor remuneración de las horas extra. Quieren trabajar. Seguir poniéndose su bata y cuidar de quien lo necesita. Hacer diagnósticos, curar heridas, realizar operaciones, aliviar males. Salvar vidas.
Se rebelan contra quien pretende convertir en negocio una profesión que es entrega. Poner precio a la salud es ruin. Restringir el acceso a un servicio vital es condenar a muchos. Un paciente no es una cartera con dinero. Un profesional de la salud no es un comerciante. La sanidad libre y gratuita es uno de nuestros grandes logros y hacerla desaparecer supone un paso atrás de consecuencias temibles.
Los médicos no se resignan. Quizá la tenacidad sea un rasgo común a quien por vocación vence a diario a la muerte. Se echan a la calle, se encierran en los hospitales, recurren, desesperados, a la huelga. Y lo sienten por aquellos que les necesitan. Enfermos que sufrirán las consecuencias de la lucha. Pero que casi pueden saberse desahuciados si los facultativos no logran evitar la ejecución a la que la Administración madrileña les ha sentenciado a todos.
Son los primeros, pero no serán los últimos, presagian. Están convencidos de que otros gobiernos regionales primarán los ingresos sobre el derecho a la sanidad. Faltan las señales que contradigan esta sospecha.
Puede que los que vimos desde la distancia de la televisión la marea blanca del domingo nos veamos envueltos en ella antes de lo que imaginamos. Primero fueron a por los médicos de los hospitales públicos madrileños, que diría Niemöller. Debemos frenar esta deriva antes de que no quede nadie para hablar por nosotros cuando estemos indefensos. No podemos olvidar que todos, en algún momento, somos pacientes.
