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Ferrol, la desheredada del naval

La ría de Ferrol y la construcción naval crecieron juntas desde el siglo XVIII cuando, por una Real Orden del año 1726, se creaba el astillero de A Graña y en el mismo año el Departamento Marítimo del Norte. Felipe V y el ministro José Patiño dieron a Ferrol un papel clave en la estrategia de nuestra defensa naval que se mantiene hasta hoy. A lo largo de este tiempo Ferrol disfrutó de períodos de esplendor y de otros de declive económico como el actual, siempre motivados por el carácter cíclico de la demanda de buques y por consideraciones políticas.
El boom efímero de la construcción naval en los años 70 sobredimensionó este sector en España pero la posterior recesión en el transporte marítimo junto con la irrupción de nuevos astilleros en países emergentes originó una fuerte crisis en el sector que causó importantes excedentes de mano de obra. En 1984 un gobierno “de secano”, inexperto y con tintes neoliberales decide reconvertir el sector naval, etiquetado en aquellas fechas como “primario y obsoleto”, en otro con más futuro y tecnológicamente más moderno. Para ello planificó diversificar el tejido industrial de la zona y propuso dos medidas; cerrar el mejor astillero de España (Astano) e impulsar programas de reindustrialización y/o formación con diversos nombres ZUR, ZID, FPE, Plan Ferrol, pero con algo en común; todos resultaron ser un fracaso. Hace ya 20 años, allá por los 90, un destacado dirigente sindical afirmaba que si se apilaban en la Plaza de Armas de Ferrol todos los estudios elaborados para reconvertir el sector naval obtendríamos un monumento paralelepipédico al fracaso que la ocuparía entera.
Justo en los años 90  Astano vuelve a sobresalir a nivel internacional como una empresa puntera en la construcción de las novedosas unidades de perforación y producción offshore. La incomprensible decisión de la SEPI de no optar a la construcción de nuevas unidades de la serie Discoverer, a pesar del interés del armador, vuelve a dejar al astillero sin un futuro definido. Las políticas sobre este sector de los gobiernos del PSOE y del PP, que contaron además con la anuencia y complicidad de la UE, mantuvieron cerrado Astano durante tres décadas, lo que benefició a los astilleros de otras comunidades autónomas y de algunos países europeos a los que Astano estorbaba.
Unos 15 años después de la primera reconversión se llevó a cabo otra más grave pues afectó como siempre a trabajadores veteranos lo que puso en riesgo el “saber hacer” de la construcción naval. Aproximadamente por esas mismas fechas la reestructuración de la Defensa Nacional despoja a Ferrol de su histórica Capitanía de la Zona Marítima del Cantábrico lo que supuso un nuevo golpe para nuestra ciudad sin que nuestros políticos “enxebres” hicieran nada para evitarlo. No obstante el ínclito ministro de defensa sí se acordó de denominar a su ciudad natal, Cartagena, Capitanía General de la Armada. Toda esta historia la conocen y muy bien los ferrolanos.
Con el paso de los años los trabajadores del naval nos hemos dado cuenta de que en España, los astilleros no eran los únicos que recibían primas y/o subvenciones por su actividad. Otros sectores de la economía también las reciben, por ejemplo las empresas de electricidad y de gas, los medios de comunicación, la minería del carbón, la automoción, gestión de aeropuertos, la cría de ganado bovino, ovino y caprino, el cultivo de tabaco, de vino y la industria agroalimentaria en general, etc. por citar unos ejemplos. En los últimos años se concedieron en España 12.000 millones de euros/año en ayudas públicas, de los cuales en torno a 3.000 millones de euros van a parar a sociedades mercantiles. Si se tienen en cuenta los fondos procedentes de la Unión Europea la cuantía se dispara hasta cerca de los 100.000 millones de euros. No eran solos los astilleros los que estaban subvencionados.
Esta rigidez economicista a la que fueron sometidos los astilleros no se aplicó al sector de la construcción civil. En nuestro país se primaron inmensas infraestructuras inútiles o poco viables como trenes y tranvías, puertos y aeropuertos, autopistas, centrales eléctricas, energías renovables, regasificadoras, polígonos industriales o edificios faraónicos. Todas ellas fueron impulsadas por el estado, las autonomías y los ayuntamientos y ejecutadas sin planes de viabilidad. Esto unido al descontrol generalizado en algunos bancos y sobre todo en las cajas de ahorros nos llevó a tener una deuda pública desmesurada que impide, a corto plazo, que el Ministerio de Defensa eche a andar los esperados contratos para la construcción de nuevas unidades navales.
La sociedad de Ferrolterra está legitimada para protestar por la discriminación sufrida durante las reconversiones del sector naval y por la incapacidad de los gobiernos para proporcionar la alternativa de trabajo prometida entonces. La inacción o la incompetencia de los responsables de este dislate ha sumido a Ferrol en un profundo declive económico que obliga a los profesionales del sector y a los jóvenes, a buscar trabajo fuera de la zona e incluso en el extranjero o lo que es peor, a resignarse a no tener el futuro que se merecen.
Ferrol ha sido la desheredada de la construcción naval y ahora el gobierno y la oposición, juntos y con sentido de estado, deben afrontar una solución urgente que impida un mayor deterioro social y económico de nuestra ciudad y comarca. No se entiende que después de 30 años de deriva gubernamental y de subvenciones a la reindustrialización no se haya conseguido ninguna solución que mitigue el impacto de la pérdida de empleo en el sector naval.
Ahora ya no sirven soluciones pasajeras que aporten un par de puestos de trabajo para unos meses, se necesitan ideas que den estabilidad a la zona. A lo mejor sería oportuno reinventar la Construcción Naval en la ría de Ferrol bien para el transporte marítimo nacional, el offshore o para la Armada. Es la única solución.
Manuel Afonso es extrabajador de Bazán y Astano y exprofesor de la UDC