La carta no llega
Desde el principio hasta el final en sus páginas hay más promesas que realidades y menos obras que un empedrado de buenas intenciones…. La igualdad que proclama la desmiente en otro artículo, donde asegura que primero son las deudas que los deudos… y, mucho menos, los vivos.
Y ahí están, un parche hecho a toda prisa con culpables que tienen nombre y apellido, donde sitúan la deuda por encima de los ciudadanos.
¿Iguales? El jerarca empresarial, el político corrupto y el de sangre azulada que torean las leyes o los pobres de pedir a los que se les desahucia de su casa y de la vida por pedir pan, trabajo y justicia.
¿Vivienda digna? ¿Educación igualitaria? ¿Medicina universal? Hagan el favor de darse una vuelta por la vida que discurre alrededor y se encontrarán con colas ante los comedores sociales, alrededor de las oficinas de empleo.
Resulta que tal día como hoy el resumen puede ser: todo lo que estaba mal hace un año, está peor y lo que no iba a mal, estos lo estropearon. En la radio un refrán se elevó a dogma: Rajoy para hoy, miseria para mañana, pasado y a saber hasta cuándo.
La reforma laboral ahonda las listas del paro y son las administraciones las que, empeorando la vida de los ciudadanos, suman más parados: en la educación y la salud; en los paradores y en las cajas de ahorros.
Wert se queda solo con un proyecto educativo que nos lleva al siglo pasado y los disminuidos psíquicos y físicos quedan abandonados por quienes, por ley, tienen que protegerlos. Y Wert aun piensa que se debe elegir entre ética y religión o Benedicto, en su libro, decreta que los magos eran del Betis y que María (embarazada) y José con ella iban a pie camino de Belén. No acaba de explicarnos qué hicieron con el oro y por qué el incienso lo malgastaron.
Además de ese libro del jefe de la iglesia católica, otros libros nos sirven para hacer las cuentas: el de Aznar, al que tampoco le gustaba Rajoy; el de Touriño, que calló durante años la lucha entre los suyos y afines que durante tanto tiempo le distrajo de servir al pueblo. Y está, el libro que llamamos “la carta magna” y que no llega a los buzones de sus destinatarios, los ciudadanos, que están en la calle pidiendo pan, trabajo y justicia.
