Buscar el voto en la desesperación
No está todavía claro si Mas, tras imponer un impuesto a quienes se lleven dinero de los bancos catalanes a otras tierras, hará una autoliquidación para poner al día sus supuestas cuentas en Suiza. Tampoco se sabe aún si es cierto que todo catalán que visite Zaragoza tendrá que dejar sus tarjetas de crédito en consignas especiales montadas en las fronteras que fijará el referéndum de 2014 en el que se alumbrará el nuevo Estado catalán. Incluso hay quien habla de sanciones millonarias a Freixenet por elegir para sus anuncios de cava a personajes tan poco autóctonos como Antonio Banderas, Paz Vega o el mismímo Paul Newman, lo que, a las claras, supone un grave delito de evasión de capitales patrios.
Además, gracias a una cláusula incluida en el último momento por Esquerra, el Barça solo se verá exento de pagar recargo cuando fiche a un jugador que provenga de lugares en los que no valga el DNI como documento acreditativo y, por su parte, el Espanyol, o se cambia de nombre o lo tiene claro. Es una pena que el país esté como está para no poder dedicarle más tiempo a las estupideces que se les van ocurriendo a unos cuantos caraduras que, a golpe de mamarrachada, pretenden tapar sus fracasos y, lo que es peor, sus supuestos delitos. Por eso podemos ver a comunistas y derechistas agarrados del ganchete caminando hacia la autodeterminación. De la política siempre se dijo que hace extraños compañeros de cama y, desde luego, el matrimonio catalán que ha formado es de lo más pintoresco.
El problema es que, al menos para algunos, todo vale. Como en Galicia, cuando los partidos de la oposición se empeñan en arrojar la desesperación de los afectados por las preferentes contra el PP y, de paso, obtener el ansiado rédito político. Por ello, en cada marcha es fácil ver banderas de un determinado partido y a políticos de algunas formaciones manteniendo un nada discreto primerísimo primer plano.
Solo así se puede entender que tras los bochornosos incidentes ocurridos ayer en el Parlamento gallego no haya habido ni una sola declaración de rechazo contra quienes amenazaron de muerte a los representantes legítimos de todos los gallegos y, para mayor escarnio, en la sede misma de la soberanía popular.
Es difícil imaginarse la frustración, la desesperación, el desánimo, y más cuando la crisis nos está aprisionando el alma hasta el mismo tuétano. Pero, pese a ello, no es razonable que cuatro exaltados hablen de escopetas, de muertes y de quemar casas y menos que lo hagan jaleados por una oposición que se desliza por el siempre peligroso filo de la radicalidad verbal.
El problema surgirá cuando se produzca el primer incidente, la primera agresión. Entonces vendrán los comunicados de rechazo de quienes, ahora mismo, buscan ganar votos jugando con las esperanzas de quienes se quedaron sin todos sus ahorros.
