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Ya es un hecho: Los pensionistas pagarán las medicinas desde el 1 de julio del presente año. Se trata de un “regalo” con el que el Gobierno de la Nación quiere obsequiar a los que se pasaron toda la vida trabajando y que, de hecho, también han venido pagando las medicinas toda la vida, aunque no pocos de estos pensionistas jamás las hayan utilizado, pero el Ministerio de Sanidad de España es así de maravilloso, espectacular y acertado.

La norma estatal estipula que abonen el 10% de los fármacos, con máximas de entre 8 y 18 euros. Téngase en cuenta que nuestra Galicia es la segunda comunidad más envejecida del país y la primera por la cola, a la hora de recibir las pensiones más bajas de toda España.

Lo curioso y, a la vez, triste del caso es que la Xunta aún no ha definido cómo se va a aplicar la medida en Galicia. La conselleira del ramo, Rocío Mosquera, dice que su consellería tendrá en cuenta varios factores a la hora de empezar a cobrar los medicamentos y que se analizarán las características sociodemográficas de Galicia para implantar este sistema de cobro.

Pues ya se puede dar prisa la conselleira, porque julio ya está ahí, y nuestros más pobres pensionistas no tienen ni para llegar a fin de mes y lo paradójico estriba en que, normalmente, son los que más medicinas necesitan y –-¡ojo a las lenguas de víbora!– no las tienen, desde luego, almacenadas en el cuarto de baño.

Muchos gallegos del rural no tienen ni baño. En Galicia este repago afectará a más personas que en el resto de España por lo anteriormente dicho: Somos los más viejos, tras Asturias. Por cada 100 trabajadores activos en España, hay 69,9 parados o pensionistas. Pero en Galicia trabajan 100 para pagar a 101,2 receptores de alguna prestación.

La Sanidad en nuestra comunidad parece el Patio de Monipodio: al pago de los pensionistas se unen las declaraciones de Feijóo en las que abría la puerta al posible cobro de comidas, entre otros servicios, lo que provocó las críticas de la oposición y plataformas de defensa de la sanidad pública.

Solo un lamento ¡Pobres ancianos gallegos!