EL AFÁN EMPRENDEDOR
Darse a valer es básico, pero no es una característica propia de los gallegos. Nunca lo ha sido y da la impresión de que nunca lo será, porque, pese a las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías para llegar a todo el mundo con un simple click, falta que un aborigen de Galicia haya hecho saber al planeta que la cultura emprendedora no es un fenómeno recién nacido, sino que por aquí ya se ponía en práctica hace siglos.
Buscar nuevas posibilidades de negocio –no para enriquecerse sino para llevar una vida digna– y explotarlas se hace desde tiempos inmemoriales. Ya en la época de Breogán, aquel rey celta con nombre de equipo de baloncesto, su hijo Ith vio desde la torre de Brigantia –así se llamaba entonces la torre de Hércules– las costas de Irlanda y hacia allí partió con una flota de tres naves. Durante la navegación se topó con Avalón, la isla de las manzanas, y de vuelta a casa, sus compañeros de expedición trajeron esquejes que plantaron en Galicia. De ahí viene al arraigo que la sidra tiene aún en muchas comarcas gallegas.
Los irmadiños, los genuinos, fueron un poco más allá y a sus inquietudes emprendedoras unieron una pasión por el reciclaje hasta entonces inusitada. Las piedras de los castillos que derribaban en sus ataques no quedaban arrumbadas, sino que las empleaban para construir modestas viviendas o para cerrar fincas y en la mayoría de los casos para marcar los lindes de sus leiras. Despues, podían matarse entre vecinos porque uno de ellos había movido el marco, pero las moles de granito cumplían una función.
La ganadería, tan enraizada en Galicia, ofreció también grandes expectativas a quienes tenían iniciativa y querían marcar diferencias con los habitantes de la Meseta. Así, mientras en el centro de la península se levantan majestuosos edificios, con columnas labradas y leones a la puerta, para albergar las Cortes, por el noroeste las cortes son estancias más modestas, reservadas para el ganado y situadas en la planta baja de las viviendas para que el calor de los animales sirva de calefacción. Pero las diferencias no se restringen al diseño y la función de las cortes, ya que mientras algunos chorizos disfrutan de un escaño en las mansiones mesetarias, en Galicia cuelgan de un gancho junto a la lareira para que se afumen.
La pujanza de los emprendedores sigue viva. Por ejemplo, en Lalín, donde no solo hay molineros, políticos e hijos de políticos, sino que allí también reside el segundo clasificado en el concurso de preparadores de ganado de Carlisle, que es algo así como el subcampeonato de mundo de peluqueros de vacas. La agricultura también brinda oportunidades; de hecho en Vigo se está gestando una empresa dedica a resembrar las zonas centrales de los campos de fútbol, que buena falta le hace a Balaídos tras el partidazo entre el Celta y el Córdoba.
