¡Dios mío, qué mal hablamos!
Ya lo dijo Víctor García de la Concha, director del Instituto Cervantes: “vivimos un momento de dejación en el modo de hablar”. Y añadió: “Hablamos un idioma zaparrastroso”. Si, pero también en no pocas personas que no son ajenas al mundo del periodismo. Ya nada digamos en el “puritito” mundillo de la televisión y, aún en el de la radio.
Veamos algunos casos sangrantes que tengo grabados: “prespectiva” en lugar de la normal Persèctova, derivada del verbo latino Perspicio. “Probalidades” que es un auténtico patinazo, en lugar de “Probabilidades”.
“Meterolgia”, en lugar de la auténtica Meteorología, que procede de los vocablos griegos “Meta” y “Ora”, que vienen a significar “elevado en el aire”.
Este último patinazo se escucha mucho en gente de la radio y de la televisión. Pero es que también hay errores de concepto. Por ejemplo, un conocido periodista de la SER hizo una incursión en el mundo del periodismo político y se empeñó en llamar Israelitas, una vez y otra, a los actuales componentes del pueblo de Israel, que son Israelíes, por más que la corresponsal de la cadena se lo corregía una y otra vez.
El término Israelita, querido colega, se refiere a un patronímico bíblico, histórico, anterior a la nación israelí. De donde conviene aconsejar: “Zapatero, a tus zapatos”. Y ¿se han dado cuenta ustedes de las veces que políticos, futboleros, entrenadores y marchantes utilizan, sin necesidad, los términos: “Vale” o “Laverdad”?
Vale proviene del latín: “Vale”, “Valete”, que significa están bien o estáis bien. Y lo “la verdad” mal usado da la impresión de que uno está mintiendo y ha de refrendar su mentira. Y así, sucesivamente, porque si Zapatero hablaba mal, Rajoy habla y –lee–, mucho peor. Ya nada digamos de Montoro y de De Guindos, que parece que se cayó del idem.
Tampoco les va a la zaga Fátima Baez, que tiene el hipotético consuelo de poder acudir a la Virgen de su nombre en busca de un milagro.
En fin. ¡PAÍS!
