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Bastó escuchar al acusado durante el primer día de juicio para que todos, incluida su defensa, tuviésemos claro que el jurado popular incluiría la alevosía en sus conclusiones para que su señoría dictase la primera sentencia de prisión permanente revisable para David Oubel por el vil asesinato de sus dos hijas en Moraña, hace ahora dos años. Dejando a un lado los impulsos, la impresión generalizada es que la condena es justa y merecida para un hombre que dejó escapar unas lágrimas mientras escuchaba lo que se le venía encima.
Declaró que se arrepentía y pedía perdón porque en un mal día, en un mal día dice, segó el brillo de dos luceros, pero qué quieren que les diga, vistos todos los antecedentes desde el fatídico día, no sé si a ustedes, pero a mí me da la sensación de que este hombre, en el marco de las circunstancias del caso, incluso consiguió su propósito de ser protagonista y pasar a la historia como el primer condenado en España a no salir de la cárcel mientras viva.