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LA CORRECCIÓN DEL PROYECTO

La célula María Pita era la más importante del organismo, del que también formaban parte otras llamadas Alfonso Molina, Teresa Herrera, Fernando Rey, Porlier, Pucho Boedo, Juanito Acuña... Se notaba que el encargado de bautizarlas conocía bien la historia coruñesa, pero carecía de originalidad.

Si una jueza de Lugo hubiese elegido los nombres, seguro que habría demostrado más creatividad, aunque no tendría mucho mérito, dada su experiencia manejando denominaciones en clave.

La cabeza rectora del organismo había decidido que la célula María Pita se encargase de dar cohesión a los trabajos encomendados a sus compañeras. Fue más una orden que una sugerencia: El resultado tiene que ser coherente. Los integrantes entregaron el documento y pensaron que su misión había concluido.

Sin embargo, unos días después se les asignó un nuevo cometido. Su compilación había pasado a llamarse PACO (Proyecto de los Amantes de Coruña Organizados) y a ellos les correspondía exponérselo a Hércules, nombre en clave del mesías, el hombre escogido para liderar la puesta en práctica de sus iniciativas.

Hércules los recibió en su residencia de As Mariñas. Su comportamiento fue el propio del perfecto anfitrión. Demostró que era un experto en el arte de la diplomacia. Dejó hablar, escuchó con atención y evitó interrumpir a sus invitados salvo para plantearles cuestiones muy concretas. Cuando concluyeron su exposición, le entregaron el dossier y él se comprometió a estudiarlo.

Se sentía pletórico. El PACO era el compendio ideal de sus sueños. Diseñaba un proceso perfecto para la constitución de la ciudad-estado coruñesa, aprovechando la inercia de Cataluña. Además, a él lo situaba en la cima del poder. Su residencia se fijaba en el palacio presidencial, que estaría emplazado en la Fábrica de Tabacos. El edificio, restaurado, sería digno de un jefe de Estado, al que los ciudadanos podrían aclamar desde A Palloza.

Resolvía también el problema que entrañaba la ubicación del aeropuerto y del Puerto Exterior en otros municipios mediante la concesión a Culleredo y a Arteixo del status de territorios coloniales.

Hasta tres veces leyó el documento y se dio cuenta de que era precisa una mínima corrección. La pluma con la que había firmado su primera inspección de trabajo y que desde entonces utilizaba para rubricar todos los acuerdos importantes, le sirvió una vez más como brazo ejecutor. Con trazo firme, escribió una L entre la A y la C del título del dossier. Una sola letra lo cambiaba todo: PALCO (Proyecto de los Amantes de La Coruña Organizados). Ya podía dar el sí.