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“Ahí tienen lo que pedían, ahora gobiernen”. Es el mensaje y el mandato que el país envió a los populares el domingo entregándoles la mayoría amplia que venían reclamando para sacar al país de la crisis. Si se contabilizan las autonomías y municipios que gobiernan, esta nueva victoria les da tanto poder –y tanta responsabilidad– como jamás tuvo en sus manos partido alguno.

Rajoy va a necesitar talento, determinación y coraje, un equipo solvente y mucha suerte para que evitar que nos lleve a todos el vendaval de la crisis

En la noche electoral, el presidente electo administró bien la victoria y desgranó unas líneas programáticas para su mandato. Promete trabajo, seriedad y constancia y anuncia que gobernará para todos, que contará con todos, sin sectarismos excluyentes –ojalá no caiga en la tentación de aplicar el rodillo– en la más delicada coyuntura que ha vivido España en los últimos años y reafirma su fe europeísta. Fue un discurso de manual, muy previsible como diría el propio Rajoy.

Ahora tiene en su mesa de trabajo muchos problemas y grandes retos, como son la crisis del euro y de la deuda; las inacabadas reformas financiera y laboral; encajar el déficit y mantener el equilibrio de las finanzas públicas; llevar al país a la senda del crecimiento, crear empleo y restaurar la credibilidad de España en el exterior. En clave política, le tocará gestionar el fin de la violencia y “actuar” en el nuevo escenario nacionalista que se vislumbra en Cataluña y Euskadi.

Alguno de estos asuntos económicos vendrá impuesto de Bruselas, del Fondo Monetario y del Banco Central Europeo. Lo decía hace unos días el presidente de la patronal bancaria: “si el Gobierno no hace el programa, se lo van a hacer.

El nuevo ejecutivo no tendrá ni los cien días de cortesía para presentar su plan de reformas”. Dicho con palabras del sociólogo Enrique Gil Calvo, “quien seguirá ejerciendo el poder real no será Madrid, ni siquiera el eje París-Berlín, sino el Banco Central Europeo”

Pero tendrá mucha capacidad de maniobra para gobernar al país, que da la impresión que se agarra al clavo ardiendo de su victoria como la última oportunidad para salir de la crisis.

Por eso tendrá que actuar con rigor, sin improvisaciones, tomando las decisiones necesarias, explicarlas buscando la complicidad de la ciudadanía y amplios consensos sin la arrogancia de la mayoría absoluta. Va a necesitar talento, determinación y coraje, un equipo solvente y mucha suerte para que evitar que nos lleve a todos el vendaval de la crisis.