UN CÓMICO PARA LA ETERNIDAD
Yo vivo de mis recuerdos y emociones. Son urdimbre necesaria para profundizar hasta ese rincón donde la contextura física se hace espíritu. Tal me pasa con ese organizador dramático, Gustavo Pérez Puig, que nos ha precedido estos días aún cuando prosiga a nuestro lado como compañero de romería.
Aunque mi madre me había amamantado con leche teatral, encontré a mi héroe en el viejo piso de l sindicato universitario franquista, sito en Juana de Vega. Allí hablé con él a caballo entre mi carrera de leyes y mi juventud rebelde, que creía sueños y fustigaba esperanzas.
Nada menos que la lectura dialogada por estudiantes coruñeses, en la Casa de la Cultura del Parrote, de “Escuadra hacia la muerte”, de Alfonso Sastre, que nuestro realizador había estrenado, en marzo de 1953, con la compañía Teatro Popular Universitario en el María Guerrero, con efímera duración, pues a las tres representaciones fue prohibida y retirada del cartel invocando contradictio terminis “promilitarista” y antimilitarista”.
Sin embargo, el tiempo daría razones: director escénico, promotor de espectáculos, escritor de guiones televisivos y al frente del Teatro Español, al que supo sacar rentabilidad ofreciendo variado repertorio hasta ser recompensado, años 1953 y 2003, con el Premio Nacional de Teatro.
Todo sería arrancado con el rescate, olvidado en un cajón desde 1932, de “Tres sombreros de copa”, de Miguel Mihura, estrenada en el Teatro Español el 28 de noviembre de 1952 por el TEU. Con éxito tan resonante que derrotó al “torradismo” y al “astracán” que en aquellos tiempos de miseria dominaba la escena nacional.
Supo aunar directrices revolucionarias con orientaciones artísticas cuando el tiempo teatral empezaba a amanecer, asumiendo riesgos y responsabilidades en sus actuaciones.
