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Ferrol

Freddy de Araoz en Vespa

En 1959, cuando se tomó esta fotografía, el andar motorizado era cosa bastante insólita. En Xuvia-Neda había muchas bicicletas (entonces debían registrarse, al menos las que iban a circular por carreteras), pocas motos y muy pocos automóviles. 
Entonces de Ferrol a Neda el personal iba en tranvía. El número 2, por cierto. Y necesitaba una hora para hacer el recorrido completo. A Freddy, en la foto con mi hermana Teresa, lo recuerdo en Vespa, de Piñeiros al Portazgo de Xuvia, a visitar a mis abuelos. El mío, Vicente, hermano del suyo, Rafael. De ahí la razón social Rafael y Vicente, tan próspera entonces, tan fulgurante en su caída y posterior desaparición. “Rafael y Vicente, ¡quién lo diría!, lo vende todo nuevo y además fía”. Eso decía un anuncio de tiempos anteriores a lo que aquí cuento. Tal vez cuando un “jingle” radiofónico cantaba, con la música del tango homónimo: “Y todo a media luz lo compra Rafael y lo vende Vicente que allí es el coronel”. Algo así. Freddy, es decir, Federico de Araoz Álvarez, había nacido en Ferrol, en 1935, hijo de Federico, ingeniero naval, titulado en la escuela que aquí había antes de la guerra y acabaría volviendo con el tiempo. 

Me llevaba, pues, quince años, lo que hoy para mi es nada, pero de cativo semejante distancia cronológica era un mundo. El que hacía de Freddy un personaje mítico. Con la aurolea, además, de ser él mismo ingeniero (industrial para el caso), en un tiempo donde semejante titulación era un rango. Si además aparecía por nuestra casa caballero en Vespa, el mito era total. Por si ello fuera poco Freddy jugaba al fútbol, en un equipo modesto de Barcelona, Restaurant Girona, del barrio de la Sagrada Familia, y llegó a tener una oferta, del Betis, creo, para fichar por ellos. Don Federico de Araoz, padre, rechazó la oferta (Doña Purita Álvarez, madre, se supone que también) y la cosa quedó en nada. 
Esta parte de la familia eran del Espanyol, creo yo, Juan Daniel de Araoz, hermano de Freddy, a quien debo muchas cosas, es sobre todo del Racing, y en algún momento llegó a entrenar al extinto (doblemente) Mercantil de Xuvia. Juan Daniel, nacido también en Ferrol, luego de un amplio interludio barcelonés se vino a vivir aquí, para ejercer, luego de varios cometidos, como profesor de Educación Fisica en un instituto de Narón, donde reside. Juan Daniel se ha especializado en ufología, materia en la que soy profano, de manera que aprendo de él sobre ovnis sobrevolando A Graña, por ejemplo. Tanto como aprendía de Freddy en aquellas apariciones en Xuvia, en los veranos del 58, 59 o 60. Una de esas veces una rueda de la moto se enganchó en el carril del tranvía, dando en el suelo con el motorista. 
Flashes que me vienen a la mente ahora que estoy intentando reconstruir en la memoria a mi primo Freddy. Quien, ya casado con Pacha Sánchez-Dopico marchó a Salamanca, por razones laborales, y donde vino la muerte a llevárselo el 23 de enero de este año. Por alguna razón que se me escapa (ni Juan Daniel ni su hermana Susi me avisaron en su momento) tuve que enterarme, entrado ya marzo, de la marcha de Freddy, por la propia Pacha. Que sabe de mi afecto no solo por los De Araoz, sino por los Sánchez-Dopico, empezando por el patriarca, con quien sostuve sabrosas conversaciones en sus últimos años, sobre todo en la terraza del Avenida. Don Ramón, activísimo empresario fue –además– presidente del Racing en momentos prósperos e igualmente lo recuerdo como protector de un exiliado en su tierra, como lo era Ricardo Carvalho Calero, recién salido del presidio jiennense, adonde lo había llevado su condición de teniente del ejército republicano, e inhabilitado para el ejercicio oficial de su profesión de docente. 

Pues bien, Don Ramón posibilitó su presencia como profesor en la Academia Cervantes, y por ahí quedan fotografías que no me dejarán mentir. Y es que la buena gente, se me ocurre, está por encima de las ideologías. La de Freddy la desconozco, sí que sus tíos, Juan y Daniel de Araoz murieron violentamente en la guerra civil, uno, fusilado en Málaga, por formar parte de la oficialidad favorable al alzamiento (hay una carta estremecedora suya despidiéndose de los suyos), el otro al estrellarse en Cataluña el avión, que copilotaba, en circunstancias nunca esclarecidas del todo (novelesca la vida y muerte de ambos De Araoz). 
La de Freddy no tuvo nada de literaria, sino lo que pueda suponer para mí su recuerdo a bordo de una Vespa, en 1959. También el título nobiliario que le pertenecía, el de Barón de Sacro Lirio, que habrá pasado a su descendiente mayor. 
Desconozco si en Ferrol hay alguien más que ostente titulaciones análogas. Pudiera ser. En todo  caso, y conociendo la nobleza de carácter que va con esta parte de mi familia me parece asunto menor. Aunque no por ello indigno de ser reseñado. Como mi pena, aunque la exprese –públicamente– con retraso (la noticia me llegó tarde y me fui imposible hasta ahora recuperar la foto con que deseaba ilustrar el articulo). Desgraciadamente los elogios póstumos pueden esperar. Y yo, sinceramente, he manifestado mi cariño a los De Araoz Álvarez en vida. Lo seguiré haciendo cada vez que sea menester.