Espacios sin humo
Lejos quedan aquellos días en los que era habitual salir oliendo a tabaco de las discotecas, ver a profesores fumando en la esquina del patio de un colegio o padres y madres conduciendo sus coches mientras fumaban con sus hijos en el interior.
¿Se acuerdan de Mercedes Milá, capitaneando las galas de Gran Hermano, con su crítica feroz al tabaco? Mucho han cambiado las cosas desde aquel entonces.
Si hacemos un resumen rápido de la evolución legislativa en medidas anti tabaco, no tenemos que remontarnos muy atrás. En abril de 1988 se aprobaba la primera ley anti tabaco, prohibiéndose fumar en determinados espacios: colegios, hospitales, cines, ascensores… y se asomaba la patita de la prohibición de spots publicitarios relativos al tabaco. En el año 1992 se acuerda la prohibición de fumar ¡en los aviones! y en el año 1999 se prohíbe fumar en autobuses. Hasta el año 2005 queda la cosa un poco parada y se saca la primera “gran ley” al respecto, prohibiéndose fumar en centros de trabajo y se restringe la publicidad de los productos del tabaco relacionadas con la venta y consumo y se prohíbe fumar en bares y restaurantes que no tengan zonas habilitadas para ello. En 2010 se aprueba la Ley Antitabaco y se eliminan las zonas para fumadores que se permitieron crear en 2005, prohibiéndose fumar en el interior de cualquier local o zona de trabajo, extendiéndose esta prohibición también fumar a la puerta de los hospitales, colegios y parques.
Con todo esto, nos convertimos en el año 2010 en potencia europea contra el tabaquismo, eso sí, con las quejas que llegaron del sector hostelero que afirmaba que sus pérdidas serían millonarias.
A mi me van a disculpar, pero yo siempre he sido del equipo que cuando salía de fiesta y volvía a casa, se duchaba y lavaba el pelo por ese olor a tabaco rancio con el que llegaba y aquella que se separa de la gente cuando está fumando. Quizá será que soy millennial pero a mi el tema del tabaco siempre me ha parecido que era no solo insalubre sino también una guarrada. También es cierto que no soy fumadora, al menos activa, pero sí pasiva.
Ahora que soy madre me parece impensable ir en el coche fumando con mi hijo dentro. Sin embargo, yo recuerdo perfectamente a mis padres conmigo así. O a mis padres fumando en el salón mientras yo jugaba. He sido fumadora pasiva pero no porque mis padres lo hicieran conscientemente, sino por la desinformación que existía hace años sobre el daño que podría causarme como fumadora pasiva. Ahora, con su nieto ni se les ocurre fumar cerca, ni en una zona en la que él pueda verlos, lo cual evidentemente supone la concienciación de la sociedad sobre lo nocivo que es el tabaco.
Hace unos días se aprobaba por el Consejo de ministros el Anteproyecto de ley por el que se modifica la Ley 28/2005 y se incluyen nuevas medidas frente al tabaquismo y la regulación de productos relacionados con el tabaco. Esta nueva Ley regulará, por fin, qué se consideran productos relacionados con el tabaco, integrando aquí los nuevos productos que han surgido, que ojo con ellos porque no se sabe aún el alcance que pueden tener en la salud, como pueden ser los cigarrillos electrónicos (vaper) o las sishas, prohibiéndose el uso de estos por los menores así como la publicidad de todos estos productos, incluyéndose su promoción en redes sociales, que era ese espacio en el que aún estaba sin regular.
Desde hace años, lo que para algunos es una restricción de sus libertades, para otros es ganar en salud.
La madre de mi amiga Tania fue fumadora durante 30 años y un año después de dejarlo, le diagnosticaron un cáncer de pulmón inoperable. Mi tía Lilí falleció con menos de 45 años por un cáncer de pulmón. Durante su vida fumó algún cigarillo esporádicamente pero su pareja y su entorno eran fumadores.
Así que, con todos mis respetos, como ha dicho mi amiga: esta ley es un regalo para los que no queremos morir por culpa de los demás.
(*) Alba Somoza- Abogada en EGA ABOGADOS.
