La odisea de una joven naronesa para no perder su mano tras morderle un perro en la clínica veterinaria en la que trabajaba
Isabel Álvarez vive una pesadilla desde el suceso, que acabó con una necrosis y el hueso expuesto

Una jornada normal de trabajo se convirtió en un antes y un después en la vida de Isabel Álvarez, una vecina de Narón a la que mordió un perro en la clínica veterinaria en la que trabajaba, situada en Ferrol. Desde entonces lleva esta joven “sin levantar cabeza”, como ella misma indica.
Todo aconteció el pasado mayo, cuando se disponían a hacer una radiografía a un perro “que llegó muy malito”. El animal en cuestión lo llevó su jefa a la sala de rayos, sin bozal, y fue entonces cuando agarró la mano de Isabel con la boca y “no había forma de abrírsela”, rememora.

Tras aquello, pasó las primeras horas con paracetamol pues no se veía herida y parecía que sería cosa de unos días, pero, tras esa primera noche, todo fue a peor. El dolor “era insoportable” y la zona empezó a inflamarse y ponerse amoratada, como indica. Fue entonces al centro de salud y le pusieron la antitetánica y le dijeron que siguiera con paracetamol. Los días seguían pasando y el dolor persistía y entonces regresó por urgencias y le indicaron que fuera a la mutua para acelerar el proceso. Una vez allí decidieron administrarle antibiótico. Pasaron varias semanas y no podía mover el dedo por la inflamación, que no solo continuaba sino que iba a más, y regresó a urgencias varias veces. Después de un periplo de dolor y ausencia de mejoría, la mutua, tras hacer radiografías y ecografías decide operarla en Ferrol para abrir la herida y limpiar. “Aquello no fue solución pues la úlcera que había bajó al dorso de la mano y cada vez se hacía más grande”. Pasaron las semanas y volvió varias veces para que le miraran el avance de la herida pero no le dieron importancia hasta que la úlcera creció tanto que decidieron ingresarla, poner antibiótico por vía venosa y volver a operar. “Esta vez fue necesario hacer un injerto de piel pues el “agujero” era ya muy grande.
Lamentablemente, tras esa segunda operación el problema no cesó y a las tres semanas la herida se volvió a abrir y con ello volvieron las visitas a urgencias y al especialista que la había operado, que “no quiso volver” a atenderla y la derivaron a A Coruña para hacer un desbridamiento (eliminar tejido muerto) y mientras la pusieron en lista de espera para una biopsia de hueso, “que es donde pensaban que se había alojado la infección”. En una nueva visita a urgencias la mutua decidió derivarla a uno de sus hospitales en Madrid, donde fue operada la semana pasada y se le colocó un sistema de drenaje. Tras doce días ingresada regresó a casa con su hijo de dos años el pasado lunes y este viernes debió volver de nuevo a Madrid porque el sistema de drenaje dejó de funcionar. “Esto es un auténtico infierno”, lamentaba hace unas horas la joven naronesa.
Pérdida de tiempo
Para colmo, pasados tres meses del incidente, la despidieron del puesto que ocupaba en la clínica veterinaria de la urbe. También lamenta la falta de interés mostrado por su empresa, que “nunca la llamó para interesarse” por ella en su largo proceso. Ahora lo que más le preocupa es su futuro, pendiente de una posible incapacidad y con un sueldo “miserable”. Todo ello, apunta, por una negligencia “que se hubiera evitado si al perro se le hubiera colocado un bozal”.
