Un domingo marcado por las puertas abiertas en las instalaciones militares de Ferrol
Escaño, Tercio, Arsenal y A Graña acogieron a curiosos de todas las edades y procedencias

Hace cinco años que Concepción Robles llegó a Ferrol desde México. Descendiente de un extremeño y una lucense, Robles perseguía un sueño que, a pesar de no ser propio, pesaba como uno. Su hijo, Diego Oviedo, siempre, “desde que era bien pequeño”, había querido ser militar. Esta mañana de domingo se juntaban los dos en el Tercio Norte, en las jornadas de puertas abiertas enmarcadas en el Día de la Hispanidad.
“En 2016 la situación ya estaba complicada en México”, explica, y con miedo a un futuro incierto e inseguro si su hijo ejerciese este mismo oficio en su país de nacimiento. “Le pregunté seriamente si se quería dedicar a esto. Su respuesta fue clara: sí o sí. Entonces, al tener la doble nacionalidad, teníamos la opción de venirnos para aquí”. Eligió Infantería de Marina, que, a su vez, lo acercaba a las raíces de una abuela de Lugo.

Esto, como explican madre e hijo, “es lo que más nos ilusiona ahora mismo. Poder estar en la tierra de nuestros ancestros cumpliendo un sueño. Llegamos con seis maletas, nuestra perra y nosotros dos”, rememora Robles, echando la vista atrás.
Asegura que es todo un orgullo ver a su hijo en el Tercio, pero no solo por la responsabilidad, sino también como visitante en una jornada esta, a pesar de que “vengo a verlo cada vez que me dejan y cada vez que entro aquí, se me eriza la piel”.
Esta es una historia del día a día, presente en las calles de la ciudad y que puede pasar desapercibida, como muchas otras, en el trajín del día a día. Sin embargo, la opción que tuvieron los ferrolanos y los visitantes de conocer mejor las instalaciones militares de la urbe dejó que muchas de ellas fuesen contadas.
Desde Torrelavega, de hecho, llegaban Fernando Lavín y Esther Gutiérrez a la puerta de la Cortina, que daba la bienvenida a los visitantes del Arsenal. Él es viejo conocido de estas instalaciones, puesto que estuvo aquí sirviendo. Recuerda aquella sensación, la que tenía con apenas la veintena cumplida, “cuando era un yogurín”, y entraba por la boca de la ría, un sentimiento que, asegura, no se olvida.

Para ella, mujer y madre de marinero, explica que un día como este no solo le genera orgullo, sino también “una sensación de cariño al cuerpo, a la Armada y al Ejército”.
Con un hijo y tres nietos en la ciudad, sus visitas son más que recurrentes, pero, aun así, les siguen sorprendiendo cada año. “El año pasado pudimos estar en la ‘Blas de Lezo’, y este año conocimos el ‘Carnota’ y ha sido muy diferente, sobre todo en las zonas de mando y las vistas. Realmente bonito”, asegura la pareja de cántabros.
Y es que los visitantes ganaban, aparentemente, en número a los locales. Aquellos que se encontraban en el punto de partida para el Camiño Inglés fueron los más madrugadores y, después, empezaron a llegar los de la comarca. Se podían conocer las procedencias, pero las edades suponían un abanico muy grande que abarcar. Desde aquellos que dejaron el cuerpo hace más de una treintena de años, hasta otros que aún les quedan unos pocos para poder alistarse, estaban presentes.
Los más jóvenes
La madre de Daniel asegura entre risas que “no había nadie en la carretera cuando salimos para aquí desde Ortigueira”. El madrugón del domingo, sin embargo, mereció la pena, ya que su hijo, que a pesar del calor se engalanó con una sudadera de Infantería, no se perdió ni un solo detalle de lo que explicaba el personal.
Después de la visita guiada a un buque del Mando de Unidades de Acción Marítima –“donde pudimos conocer cómo funciona, pero también cómo viven ellos dentro, que es algo que no siempre conocemos”, destacaba la familia– y la exposición del Museo Naval, era hora de cambiar de instalaciones, puesto que, a partir de las 12.30 horas, dio comienzo una de las actividades que más llamaba la atención del público más joven.
La Unidad Cinológica se hacía protagonista con una demostración con tres de los diez perros que tiene el destacamento. Además de conocer las diferencias entre cada can, se disfrutó de una demostración de trabajo y dedicación de la mano de sus compañeros humanos.
De hecho, este fue uno de los motivos que propició que algunas familias se desplazasen hasta el Tercio –donde también se podía recorrer un cuartel con mucha historia, donde el personal hizo una exhibición de vehículos y materiales que permitían entender también su trabajo–, puesto que había quien quería enseñar a los más pequeños “una parte más social” dentro del mundo militar. “Quiero que mi hija aprenda desde pequeña que esto es una parte imprescindible de lo que es Ferrol, pero no se conoce todo lo que hacen. Detectan explosivos y buscan personas, por ejemplo. No quiero que solo contemple el plano bélico”, aseguraba Constanza, madre de una niña de seis años que no solo atendió a las explicaciones que se le ofrecieron, sino que hasta se puso a los mandos de uno de los vehículos que estaban expuestos.

El día vino marcado por las familias y los lazos; de eso no cabe duda. De hecho, en cualquiera de los emplazamientos militares de la ciudad se sucedían saludos de compañeros, algunos de guardia y otros que en su día libre querían enseñar a sus familiares y allegados lo que este mundillo es por dentro.
Más de un padre o madre lucía orgulloso, como es el caso de J.I.A, que consideraba esta la oportunidad perfecta “para poder enseñarle a los niños una parte que no siempre pueden ver”, por lo menos, “tan a menudo como nos gustaría”.
Esta fue una cuestión bastante secundada por otros allí presentes, que dejaban claro que “es una maravilla disfrutar todo lo que hoy podemos ver de cerca” y que lamentaban que no se pudiera realizar de manera más recurrente, aunque “no podemos interferir tampoco en la rutina de los que están aquí trabajando”.
Muchos más planes
Ferrolanos y visitantes, de todos los puntos de origen, dejaron bien alto el listón, puesto que las temperaturas más propias de julio que de octubre que se dieron la pasada jornada invitaban al baño en cualquiera de los arenales de los que puede presumir la zona. Sin embargo, “hay tiempo para todo”, explicaba una familia de la urbe que, después de ver el desfile en casa, planeó una jornada que pasaba por la Estación Naval de A Graña, que estuvo abierta en horario de mañana, y que, “casualmente, nos queda de camino a la playa”, comentaban entre risas, demostrando que la amplitud de Ferrol se puede llegar a disfrutar en un solo día.
También hubo quien aprovechó para un aperitivo en Curuxeiras, donde salió a colación “Abrir Ferrol ao mar” –la Xunta de Goberno Local de la ciudad daba luz verde el mes pasado al comienzo de las obras en Ferrol Vello y A Magdalena durante este octubre–, un proyecto que, “sin duda, nos permitirá estar dentro, tenerlo más presente de alguna forma”, aseguraba A. López, que compartía mesa con amigos que estaban de visita desde la capital andaluza y que aseguraban que “esto es mucho más bonito de lo que nos habían contado, y eso que veníamos con expectativas”.

En definitiva, el sol permitió que se disfrutase de las calles y los arenales y la jornada de puertas abiertas con motivo del Pilar fue el colofón para un domingo que permitía conocer una de las partes inherentes de la propia ciudad, un poco de su historia.
El disfrute y la curiosidad propia de los pequeños, en un día como el de hoy, también se dejó ver en los mayores, quizá los más atentos de la jornada.

