Nomadland, una aventura de Mortadelo y Filemón
Me levanto, me hago un té y huevos pasados por agua. Pongo la costilla en la olla lenta con su salsa de soja y un suspiro de coñac, me sigo tomando el té y me pongo a leer las noticias. Oh. Sorpresa. El hermanísimo otra vez. Esto ni te lo firma Pepe Botella.
La realidad imita al arte. El hermano de nuestro amado presidente ha estado escondido en la Moncloa como si fuese el protagonista de un drama victoriano. Imagino a David Sánchez metido en el fallado de palacio, como Bertha Mason en ‘‘Jane Eyre’, saliendo de noche no a cometer fechorías, sino a atacar la nevera y hacerse con provisiones, leche, yogures griegos, salchichas, Coca Cola y una pizza con bien de pepperoni para ver una peli de Filmin. Deslizándose con nocturnidad entre las sombras, David caminaba en pijama descalzo y ágil como un felino, tarareando entre dientes su obra magna ‘La danza de las chirimoyas’, un pasito palante, María, un pasito patrás.
Por lo visto también tenía escondida a su Butterfly, la esposa japonesa misteriosa (aquí pasamos de un drama victoriano a una ópera italiana sin despeinarnos) que ahora ha vuelto –o no– a su país. Quizá esté perdida en Moncloa, vagando como espíritu delicado y pálido, un candelabro en la mano iluminando parcialmente como un cuadro de Füssli, sombras y pesadillas Kabuki en la noche de Madrid.
Moncloa es ya en mi imaginación un lugar mítico de ensueño shakesperiano, con vampiros que revolotean en la puerta intentando entrar, fantasmas de fallecidos intramuros acosando con ruido de cadenas, golpes atronadores y aullidos, Pedro adelgazando a ojos vista mientras su mujer, con desesperación en sus ojos brillantes, manda cocinar viandas deliciosas al servicio. Y al fondo, el hermano que sale del edificio buscando aire, disfrazado con unas enormes gafas de sol, una peluca negra, una gabardina y un periódico con dos agujeros a la altura de los ojos.
Intento ver épica shakesperiana y al final siempre resuena, de un modo u otro, el gran Ibáñez en mi taza de té. Estoy segura de que el maestro dibujó algo parecido en las miles de historietas que relataron de una forma visionaria todo lo que es España y en lo que se está convirtiendo y reconvirtiendo. Lo de las pulseras telemáticas de los maltratadores es una tragedia, pero bien podía ser un gag de Mortadelo y Filemón, la TIA comprando pulseras en un mercadillo callejero a un chino vestido de ‘chino’ con trenza y hablando con la ‘L’ para destrozar toda buena intención y pensamiento políticamente correcto. Por lo visto nuestras amigas feministas, Pam al frente, descartaron unas pulseras adecuadas e hicieron el pedido a AliExpress, no, no es broma, las compraron con vestidos de verano, unas chanclas y algún especial mascotas-pon a tu gato guapo con este collar de brilli-brilli.
Y mientras los maltratadores se acercaban a sus víctimas y la alarma sonaba en el collar del gato, el hermanísimo había aparcado su autocaravana (ya no hay pijo sin autocaravana y velero en flotilla) en Moncloa. Yo lo voy a disculpar, seguro que hacía allí parte de su vida, escuchando los grillos en la noche mientras comía la pizza con bien de pepperoni, veía la película de Filmin o alguna ópera de Puccini en YouTube, emulando una vida de vagabundo Nomadland pero a lo Jardiel Poncela, sin moverse de palacio. Si es que la vida pirata es la vida mejor.
