Dos artistas en el Museo de la SGHN se convierten en “taleheiros” para avistar emociones desde Ferrol

No es corriente que en un lugar dedicado a la ciencia, como es el caso del Museo que la Sociedade Galega de Historia Natural (SGHN) tiene en Ferrol, busquen inspiración quienes defienden que “siempre hay que poner la imaginación al servicio de la razón”; pero hasta el próximo miércoles seguirán “jugando” entre sus paredes los escultores Pamen Pereira y Che Marchesi.
La ferrolana, académica de número de la Real Academia Galega de Bellas Artes y con una colección de reconocimientos que atestiguan el gran peso contemporáneo de su obra, hace equipo con un madrileño que, no obstante, hunde sus raíces maternas también en el terruño. Compañeros de “chispa”, del “fluir” y de los huesos, llevan días “manoseando” los de cetáceos, que se cuentan por cientos en la instalación comandada por Xan Rodríguez Silvar, para un hermoso proyecto que los ha transformado en avistadores de ballenas.
“Tanto Che como yo somos muy ‘hueseros’, jugamos con los mismos juguetes y los huesos están entre ellos, así que cuando aparecieron los de una ballena nos dimos cuentan de que estos animales son un poco como la historia del mundo”, explica Pereira. Marchesi, que lleva casi dos décadas en Senegal, donde organiza residencias artísticas, relata cómo en 2008, en uno de los “tránsitos maravillosos” que les llevaba desde Saint-Louis a Dakar, se encontraron una playa llena de ejemplares muertos.

“Como nos gusta a Pamen y a mí trabajar con la naturaleza, la poética, la filosofía y la ciencia, empecé a recoger los restos, comenzando por uno de los cráneos”, recuerda, explicando que el gran peso de las piezas, tras conseguir desenterrar a la ballena entera, dio paso a una solución inspiradora: fundir réplicas en aluminio. Con esta tarea les ayudó un joven experto que se dedica a fabricar menaje de cocina con una técnica en la que emplea arena, y las ideas se multiplicaron.
Un “hilito” del que tirar
Comenzó entonces un peregrinar por los lugares y los documentos, por las páginas del libro “Ser cetáceo” de Francisco X. Fernández Naval y por museos como el del Mar, en San Cibrao, un sitio en el que su pasado ballenero se funde, precisamente, con un presente de fabricación de aluminio que lucha por seguir teniendo futuro. Al de la SGHN llegaron porque a Pereira, que ya lo conocía desde sus inicios en el Antiguo Hospicio de Amboage, “me parece alucinante, es realmente la joya que tenemos en Ferrol y no nos damos cuenta”, valora.
“Empezamos con las ballenas aquí, pasando por Senegal, y hemos estado fabulando también con Costa de Marfil y Sudáfrica, conscientes de los recorridos que hacen las ballenas y los impactos culturales que van teniendo”, avanza Marchesi, quien continúa explicando que “en muchas culturas africanas, aunque no sean de caza de ballenas, las que han ido varándose se aprovechaban y de ahí surgió mucha magia porque estamos hablando de seres totalmente desproporcionados de tamaño y de conocimiento”.
En su descubierta, supieron que toda la zona norte de la península “era muy ballenera” y que Galicia fue pionera en ese oficio. No en vano, el Prior, en la parroquia de Covas, era un puerto ballenero con parada internacional para los buques. “Nos centramos en este museo porque su colección es de cosas que han ido apareciendo por aquí, de las ballenas que vinieron de viaje porque, claro, son seres que se recorren el mundo, puesto que para ellas es muy pequeñito”, sostiene Pereira, reconociendo una “conexión muy potente” entre ella y Marchesi, que son capaces de ver la magia a la vez y percibir la misma “chispa”, el “hilito” del que tirar.

“Ahora llega el desafío poético; es decir, cómo componemos esa maravillosa escultura que tiene que decirlo todo sin que haga falta escribir ni una sola palabra. Es algo que lo tienes que ver, y el que lo vea, si nosotros somos buenos artistas, tendrá que comprender también irracionalmente todo lo que conlleva la obra”, ambiciona el madrileño antes de describir el proceso creativo en el que están inmersos y que “nos está comiendo la vida”, sonríe.
“Mundo ballena”
Aunque en los inicios bautizaron el proyecto como “Los huesos del océano” para tener un punto de partida y se decantaron más tarde por “Las guardianas del océano”, conocer durante el proceso la figura de los “taleheiros” o “atalieiros” les ha hecho replanteárselo. Se trata de un oficio ya desaparecido que consistía en la vigilancia de la costa desde atalayas con la pericia suficiente como para guiar a los barcos rumbo a las zonas donde la pesca estaba garantizada. Por supuesto, también avistaban ballenas. “Nos parece maravilloso, tenían un don, yo me hubiese dedicado a eso”, bromea la ferrolana.
Con todo, aún sin título final, es mucho el tiempo que le han dedicado desde que empezaron “fundiendo en aluminio unas vértebras, unas mandíbulas y dos escápulas, que forman parte de una primera obra satélite que hicimos en Senegal y sitúa una bola del mundo uniendo esos dos huesos enormes”, describen, recordando que de ese “mundo ballena” nació la inspiración para la gran pieza en la que trabajan: un globo terráqueo esculpido con piezas del esqueleto de estos grandes cetáceos.

“Uniéndolos de manera que la columna vertebral pueda ser el ecuador o que los cráneos sean los polos... Hacer una esfera, que es siempre lo que representas cuando hablas del todo; sería una imagen muy simbólica, muy potente”, dicen mientras señalan el dibujo a lápiz de la obra en un pequeño cuaderno: “Fíjate lo complicado que es todo lo que estamos hablando que está en esta página”, ironiza Marchesi, introduciendo algo que, a veces, les hace incluso sentirse impostores dentro de su propio oficio.
“En la naturaleza todo encaja, es increíble. Tú coges un hueso de pollo y otro de cordero y al final encuentras una serie de formas comunes que hacen que todo se ensamble. Muchas veces hasta me da vergüenza ver que las piezas que hago con elementos naturales se pegan solas, que no hay ni que tocar... De alguna manera parece que eres un ladrón de la poética”, analizan.
La emoción
Pero ellos, sabiéndose canales, admiten que existe un elemento diferencial. “Al final, todo esto, primero, empieza por pasión, ¿no? Tú ves los huesos de la ballena y los recoges... Las cosas, cuando te miran, te miran por algo. A lo mejor en ese momento no sabes qué vas a hacer con ellas, pero si te han mirado, estás atrapado”, confiesa Pereira mientras Marchesi asiente: “Hay que saltarse la razón. Hay que sobarlos, tenerlos, manipularlos, dibujarlos, que es una manera de comprender las cosas... Empiezas a jugar con ellos, a darles vueltas, a dejar que te empapen y, sobre todo, que te emocionen... Hay que superar el estado de razón para entrar en el de la emoción y es ahí donde entra el arte”, resume.
Su tarea principal, por tanto, es dejarse llevar, algo natural e intrínseco a Pamen Pereira. “Para mí, el esfuerzo sería no fluir”, matiza la artista, ahondando en que “siempre hay que poner la imaginación al servicio de la razón y no al revés. La razón no crea, no puede crear. Es la imaginación la que lo hace. A la razón le preguntas: ‘¿Cómo tengo que hacer esto?’, y ella te explica que así o asá”, traslada.
Su compañero, una vez más, complementa este discurso artístico para sostener que “si no lo haces así, estás hurtándole a la obra su propia identidad, su propio ser. Si tú te empeñas en algo, al final, lo que haces es tu propio ego y eso se ve en las piezas cuando, por ejemplo, transmiten rigidez”.
La decisión técnica
Y en esas están ahora, en preguntarle a la razón cómo continuar el proceso. “Necesitamos soluciones técnicas, que es el castigo del artista”, bromea él, saliendo al paso ella para lanzar un llamamiento si alguien con conocimientos de fundición de aluminio está leyendo esto. “Por aquí debería haber fundidores, ¿no? Que se manifiesten, por favor, porque a estas alturas yo no voy a aprender”, admite divertida la ferrolana.
“Sería mucho más fácil si se nos ocurriese solo una idea, pero tener que elegir entre infinitas posibilidades es complicado. Por ejemplo, tenemos que ver si lo hacemos a la antigua, fundiendo, o los escaneamos en 3D y después los imprimimos... Nos vienen avalanchas de cosas y posibilidades, a veces hasta te bloqueas y dices: ‘¿cuál es la buena?’ Pues la que te pulsa”, reflexionan, y reconocen que “tenemos que estar dispuestos a aplicar la tecnología y decidir, por ejemplo, escanear los huesos; pero primero tenemos que conocerlos e integrarlos... Y no tienen que ajustarse todos a la morfología original, puesto que ya hemos intervenido algunos también, completando sus roturas con prótesis de aluminio”.

Custodiar Ferrol
En esa “avalancha” de ideas que pueblan la mente de Pamen Pereira, la escultora ya ha buscado incluso un lugar para que la obra repose, también ligado al “vínculo con los ancestros” que simbolizan las ballenas. “Me gustaría que se pusiera en la urbanización que van a hacer aquí”, admite, refiriéndose al nuevo barrio que nacerá en la parcela que ahora ocupa el Sánchez Aguilera.
“Que la incluyan en el proyecto sería genial porque, además, normalmente tienen que destinar una parte del presupuesto para elementos embellecedores y supondría un homenaje al Museo de Historia Natural, a toda la caza ballenera que se desarrolló desde la antigüedad y sería una metáfora de la protección del jardín de la SGHN”, una forma de que las guardianas del océano custodiasen también Ferrol.
